Hacer conscientes las heridas emocionales ayuda a sanarlas
- Ana López Herrera
- 5 oct 2020
- 2 Min. de lectura

Todos los seres humanos cargamos con heridas emocionales, la inconsciencia humana hace que unos a otros nos dañemos sin querer. Cuando llegamos a la adultez pensamos que ya todo se ha solucionado y que el pasado hay que dejarlo atrás, y ¡si! definitivamente hay que dejarlo atrás, porque el pasado ya no existe, sin embargo, nuestra mente humana esta condicionada por las experiencias anteriores, y eso genera que emitamos respuestas automáticas, aprendidas, de las cuales no somos conscientes.
Las heridas emocionales se generan por diferentes situaciones que nos han infringido dolor, que no necesariamente tienen que ver con maltrato físico (aunque también las generan este tipo de maltrato), aparecen también por la soledad, el rechazo, la sensación de abandono, el miedo, la descalificación, la burla, la sensación de no ser amado- aceptado- visto, la presión para asumir roles prematuros o que no nos deberían corresponder, entre otras. Esto quiere decir que una gran parte de la humanidad carga con heridas emocionales que, en muchas ocasiones, desconocen.
¿Cómo saber que tengo una herida emocional no resuelta o que puede estar resuelta , pero aún duele?
Lo puedes descubrir mediante la observación de tus respuestas emocionales, es decir, cómo respondes a diferentes situaciones o relaciones con el entorno. Depronto te descubres teniendo una reacción muy fuerte a una situación que no lo ameritaba. Exageras la actitud, te defiendes, gritas, te alejas de la otra persona, y al analizar luego lo que pasó, puedes pensar que "no era para tanto".
Cuando tenemos heridas emocionales, la conducta de los demás nos afecta de forma exagerada... es decir, nos tomamos las cosas personales y queremos protegernos o defendernos, por eso podemos terminar peleando o terminando una relación abruptamente. Lo que la mente hace es culpar al otro, asignarle la responsabilidad del malestar experimentado, pero, en realidad, nuestro malestar es nuestro, su origen está en las experiencias vividas. Lo ideal es que tomemos el tiempo y la atención necesaria para descubrir lo que nos esta mostrando sobre nosotros, esa experiencia.
Podríamos ver la dificultad con el otro como un regalo para lograr conocernos un poco más, cuando nos conocemos, podemos sanar. Es importante aclarar: no es para juzgarnos, para criticarnos o descalificarnos por nuestra respuesta, es para poder vernos con ojos de amor, de compasión y entender, que estamos reaccionando desde el dolor.
En ocasiones las situaciones que vivimos con otras personas sí son en realidad agresivas hacia nosotros, en ese caso sí debemos poner un límite saludable, pero en muchas ocasiones, sobredimensionamos lo sucedido. Analizar con cabeza fría nos permite discernir.
A algunas personas les sucede al revés: viven experiencias que en realidad sí son graves y agresivas, pero las minimizan, continúan en la relación porque tienen heridas tan profundas, que han normalizado el dolor. Este será un tema para un próximo blog.
La reflexión final es: Cuando notes que emites una respuesta intensa frente a una situación- interacción, en vez de culpar al otro, revisa qué es lo que debes sanar en ti.






Comentarios