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SOBRE LA CONCIENCIA Y LA EMPATÍA

  • Foto del escritor: Ana López Herrera
    Ana López Herrera
  • 29 ago 2023
  • 5 Min. de lectura


Todos los seres humanos estamos aprendiendo constantemente sobre la vida y sobre nosotros mismos, aunque muchos, crean ya saberlo todo y juzguen con un aire de superioridad y con una falsa claridad el comportamiento de los demás, la realidad es que, ni nos conocemos lo suficiente a nosotros mismos, ni sabemos demasiado sobre los demás.


Cuando interactuamos con otro Ser, interactuamos con toda su historia, con su infancia y adolescencia, con su relación con el afecto, con sus miedos, con sus inseguridades, sus deseos, sus sueños…. Interactuamos con su madre y padre, con sus relaciones previas, con todo lo que ha vivido, y también con lo que no (que terminan siendo sueños frustrados que han dejado huella en su psique y en su autoestima).

Como no nos conocemos lo suficiente, y como no nos paramos a pensar en todo lo que la otra persona trae consigo, terminamos haciéndonos daño unos a otros de forma inevitable, ignorante, inconsciente e ingenua. Serán muy, muy pocas las personas que fraguan un plan macabro para dañar al otro; sin embargo, a veces pareciera que así fuera, ya que el daño que generan puede abarcar áreas profundas de la mente y del alma.


Sabemos ya, con tanta información que hay en esta época, que cada persona que llega a nuestra vida, sea por corto o largo plazo, viene a escudriñar en las heridas, miedos y/o tareas que debemos resolver, viene, a mostrarnos nuestras áreas oscuras que requieren una revisión exhaustiva, una cirugía dolorosa que solo se sana con exposición, valentía y amor. Por esta razón, al final, ese daño que nos generamos los unos a los otros resulta productivo y necesario para nuestra evolución y sanación, termina teniendo un tinte positivo, entonces, podríamos estar agradeciendo a esos seres que llegaron a movernos el mundo y generarnos emociones intensas.


Por otra parte, esto mencionado, no debería ser una excusa para que olímpicamente nos olvidemos de la responsabilidad que tenemos con nosotros mismos por tratar cada día de ser mejores seres humanos, mas humanos y menos egocéntricos. Aunque vamos a generar oleaje en la paz de los demás, es necesario no olvidar que cada palabra y cada acción tienen una repercusión en la historia del otro, y aunque, inevitablemente, le pueda generar dolor a la otra persona, podríamos, simplemente por ser mejores, tratar con el máximo cuidado, cariño, empatía, conciencia y amor el alma del otro, ya que actuamos en un entramado donde cualquier acción o no acción tiene una importante repercusión en la historia del otro (y en la propia, obviamente).



En la vida de un ser humano hay cosas que son sagradas e importantes: sus hijos, sus sentimientos, su valor como persona, su vida, sus sueños, su historia, su dolor, entre otros.

Y, según cada persona algunas cosas que no son importantes para uno, lo pueden ser para otros: su apariencia física, su economía, su profesión, etcétera. Como no sabemos mucho sobre el otro es importante ser cuidadosos en cómo nos relacionamos, y lo más importante: entender que mis necesidades, opiniones, deseos y demás, deben ser expresados con discernimiento y con sabiduría para no dañar y abusar de esas cosas que son importantes para los demás.

Proyectarse en los demás, y pensar que como a mi no me afecta, entonces, al otro no le va a afectar, es un grave error resultado de un ego bastante formado y ejercitado. Que a mi no me den miedo las arañas, no significa que a otro no le pueda dar un pánico tal que le cause un paro cardíaco. Porque las experiencias previas de cada uno son diferentes y son válidas, reales… el miedo, las heridas, los dolores emocionales y físicos no se los inventan las personas para manipular a los demás (habrán casos excepcionales, especialmente en las personalidades de corte antisocial) como muchas personas creen. Cuando alguien manifiesta algo que le duele es porque en realidad le duele, y que yo no lo entienda, no significa que no sea verdad.


La empatía tiene mucho que ver con esto, poder aceptar la experiencia emocional del otro aunque no la entienda del todo, es la base de la empatía, y la empatía es un valor humano que resulta fundamental para poder relacionarnos con respeto hacia los demás.


Esta bien pensar y tener claro, que este camino que recorremos todos , el de la vida, es un camino individual, donde cada uno es responsable de si mismo, pero, hay que recordar, que en este camino nos encontramos muchas almas heridas que están intentando ser felices y que están tratando de sanar, igual que nosotros. Con los lentes de la empatía no se ve bien pisotear todas las flores que están a mi paso para llegar a la meta que debo llegar… lo más sano, sensato e inteligente es elegir un camino donde no tenga que dañar a nada ni a nadie para poder llegar a la meta. Evitar pisotear las flores, evitar herir a las personas que me encuentro mientras exploro, avanzo, aprendo y/o disfruto.


Aunque el dolor es inevitable y es necesario, aunque lo hacemos la mayoría de las veces sin darnos cuenta, lo ideal es que como humanos inteligentes que somos, tratemos de ser empáticos e intentemos no hacer daño a los demás buscando nuestra satisfacción, aprendizaje, evitemos el : “yo no sabía que eso te dolía”.



Utilizando a los demás como objetos.


Aunque suene demasiado obvio, las personas tienen sentimientos y emociones. Sienten miedo, se enamoran, sienten tristeza y alegría.

Los seres vivos sienten y eso, aunque bastante evidente, a veces se nos olvida. En medio de nuestra rabia o de nuestro afán por alcanzar algo, podemos terminar haciendo mucho daño al otro sin darnos cuenta, haciéndose evidente nuestra falta de empatía. La empatía es un valor que se aprende, a través de la observación, del refuerzo y de las experiencias personales. Las personas más empáticas son normalmente, las que han vivido experiencias fuertes y las han logrado transformar en aprendizaje más que en resentimiento. Entendieron que todos sufrimos a través de su propio sufrimiento, y por eso logran conectarse mejor con el dolor de los demás. Los que se quedaron reclamándole a la vida por su dolor, los que se quedaron pensando que la vida es injusta, son aquellos a los que les cuesta más la empatía. Normalmente, personas que tiene una sensación de especialidad entre el montón; por alguna razón les dijeron que ellos eran especiales, diferentes y, por eso, deducen que no tenían porque sufrir. Es decir, aquellos que desarrollaron un ego más sólido y más fuerte, suelen ser a los que más les cuesta la empatía.


Cuando se tiene un ego fortalecido, se puede ser egocéntrico. El egocéntrico piensa que todo lo que hay alrededor está ahí de alguna forma para él. Lo que no le sirve , básicamente, no existe. Piensan: “lo que existe debe servir en función mía… debo pensar cómo puedo sacar partido de lo que me rodea, y si no me aporta nada, entonces, lo debo desechar”. Y en esa ecuación incluye a los seres humanos… a los que sienten, a los de las emociones que señalamos anteriormente.


El pensamiento egocéntrico no permite que se desarrolle una buena empatía, el pensamiento egocéntrico no permite que se actúe con responsabilidad hacia el bienestar del otro, el pensamiento egocéntrico cierra las miras y se centra en solamente una parte de la realidad y no de la realidad en su totalidad que incluye la experiencia del otro.


¿Cómo podemos resolver el pensamiento egocéntrico?

 
 
 

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