¿SIENTES QUE LA VIDA HA SIDO INJUSTA CONTIGO? PUEDES RESOLVERLO
- Ana López Herrera
- 1 oct 2020
- 2 Min. de lectura

Muchas personas hemos pasado por circunstancias o experiencias dolorosas en la vida; ya sea la enfermedad de un ser querido, una situación económica difícil, violencia intrafamiliar, abusos sexuales o psicológicos, la muerte inesperada de un familiar, o muchas otras más.
Estás experiencias dolorosas dejan consecuencias a todo nivel en una persona, entre éstas, puede estar la rabia y el resentimiento hacia la vida, pensamos que es injusto lo que nos ha tocado vivir, y aparece la pregunta ¿por qué a mí?
Es natural que esta pregunta sea la antesala para sentir rabia hacia las circunstancias, y en ocasiones, hacia la vida en general. Empezamos a comparar nuestra situación con la de los demás y podemos llegar a pensar que somos los únicos que hemos experimentado situaciones dolorosas. Esta sensación de injusticia genera todo un estilo de personalidad que afecta la forma como nos relacionamos con el entorno. En ocasiones, nos volvemos hostiles, empezamos a buscar la forma vengarnos de la vida o, como sacar partido de ella, para poder equilibrar la sensación de injusticia que tenemos. Pensamos que, haciendo justicia el dolor cesará, que tenemos el derecho de buscar el equilibrio e iniciamos una búsqueda de estrategias para sacarnos la rabiecita con la que vivimos constantemente.
Esa rabia , que no es otra cosa que la incapacidad para aceptar las circunstancias, empieza a permear muchas de las situaciones cotidianas de la vida: peleamos con el vecino porque no recogió el caca del perro, peleamos con el señor que conduce o muy rápido o muy despacio, peleamos con la empleada porque no planchó la camisa que le habíamos dicho, peleamos una y otra vez por diferentes situaciones y empezamos a notar que la rabia se ha apoderado de nosotros y que vivimos de mal genio, con una intolerancia a flor de piel que nos complica las relaciones.
Esta rabia- resentimiento hacia la vida, esa sensación de injustica y ese dolor permanente que sentimos por las experiencias dolorosas vividas, se pueden sanar sin duda alguna. Lo que necesitamos es cambiar la atención que tenemos centrada en nuestro YO y observar con una amplitud mayor, entonces notaremos que no somos los únicos que hemos vivido situaciones difíciles, que el malestar, el dolor y las experiencias que creemos injustas suceden todos los días a muchas personas que nos rodean, parece que enfrentar situaciones difíciles hace parte de la realidad de la vida, de crecer y de aprender. Entonces, si todos pasamos por ahí, ¿por qué me resiento o por qué reclamo? ¿los otros que sufran, pero yo no?... obviamente es imposible, porque no somos tan especiales como para que nosotros seamos los únicos en el planeta que no podamos vivir una experiencia, o dos, o tres, dolorosas.
Aprender a interpretar las cosas que nos suceden es vital para el proceso de maduración emocional. Es ideal capitalizar las experiencias para poder crecer y ayudar o, acompañar, a otras personas que viven lo mismo que nosotros, y así, ser más humildes y agradecidos.
Resentirnos con la vida nos impide encontrar sabiduría, nos enferma físicamente y afecta negativamente nuestra evolución. Lo ideal es agradecer las experiencias difíciles porque nos enseñan a ser más valientes, sabios, maduros, humanos, compasivos, humildes, y otras cosas más.

PS. Ana María López
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